martes, 17 de septiembre de 2013

LECCIONES DE VIDA EN UNA SOLA "LECCIÓN DE PESCA", DE HEINRICH BÖLL Y EMILE BRAVO, EDITADO POR DIBBUKS

HEINRICH BÖLL / ÉMILE BRAVO
Personalmente, algunas de las mejores lecciones en esta vida me han llegado por parte de quienes ven la existencia con la simplicidad de quien vive sin complicar los acontecimientos de lo que nos pasa. La lógica gana: el que más sabe es el que más fácilmente capta y vive lo retorcido de esos otros que no tienen escrúpulos, los que manejan los hilos por encima de todos nosotros. De modo que sí, a veces la falta de conocimiento, pese al fácil ovejismo al que se conduce a las masas, es preferible a sufrir por saber lo que hay y no poder hacer nada. 
Pero no hay que asustarse. "Lección de pesca" no es ningún denso o aburrido tratado de filosofía, más bien al contrario, aunque sí te hace pensar. No en vano el autor del cuento corto original, Heinrich Böll, obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1972 tras una dilatada y prolífica carrera en las letras alemanas tras la II Guerra Mundial. Viviendo y reflexionando en el país perdedor de semejante conflicto, Böll siempre ha criticado, desde un ejemplo tan crítico como la Alemania hundida y resurgida de las cenizas, el materialismo que mueve a las sociedades como la nuestra. Y este pequeño cuento, magníficamente ilustrado por uno de mis dibujantes favoritos, Émile Bravo, reincide en ese mismo tema. 
La situación es tan creíble que posiblemente hayas vivido o asistido a algo parecido: un turista, afable aunque resabiado, se encuentra con un sencillo pescador que dormita en su barca a pie de puerto y no puede evitar entablar una conversación que deriva en los delirios de grandeza de nuestro sistema, aunque la realidad del sueño del turista acaba en una precisa moraleja que es inevitable compartir. Contado con la precisión de la crítica justa y un dibujo tan cálido como el de Bravo, "Lección de pesca" es un maravilloso relato gráfico para todos los públicos de los que no se olvidan. 

Heinrich Böll
(Colonia 1917 - Langenbroich, 1985), novelista alemán y premio Nobel, es una de las principales figuras de la literatura alemana posterior a la II Guerra Mundial. Al terminar sus estudios de enseñanza media, en 1937, fue llamado a filas, luchó como soldado raso durante la II Guerra Mundial. Liberado de un campo de concentración estadounidense en 1947. Los temas de sus primeras obras reflejan el absurdo y el horror de la guerra, y el sentido de culpabilidad. Con la novela Y no dijo una sola palabra (1953), Böll inicia una serie de obras que reflejan la difícil situación de Alemania después de su derrota y la aparente ola de materialismo que domina a la sociedad. Otras obras suyas donde denuncia a la sociedad y sus abusos son las novelas Opiniones de un payaso (1963), en la que critica la situación de la economía moderna; Fin de una misión (1966), un alegato antimilitarista, y El honor perdido de Katharina Blum (1974), ácido ataque a los desmanes periodísticos y judiciales. Premiado con el Nobel de Literatura en 1972 por su contribución a la renovación de la literatura alemana. 

Émile Bravo
(1964, París) Este renombrado autor de línea clara que rinde homenaje a los clásicos del cómic europeo con cada una de sus viñetas, tiene familia de origen español y fue uno de los fundadores en 1995 de El Atelier des Vosges, el prestigioso estudio que comparte con nombres clave del mercado del tebeo francobelga y universal más reciente como son Frédéric Boilet, David B., Christophe Blain y Joann Sfar. Entre su extensa producción de obras para adultos y jóvenes, destacan una parodia de las aventuras de Black et Mortimer, la curiosa y poco conocida serie de aventuras bélicas Aleksis Strogonov, Mi Mamá (Ponent Mon); así como su colaboración a la veterana serie de aventura Spirou y Fantasio con el imprescindible, impresionante e inolvidable título Memorias de un ingenuo, en el que imaginó su particular versión del origen del inmortal botones e, igualmente, su grandiosa serie Jules (Una asombrosa aventura de Jules - Ponent Mon) por la cual recibió merecidamente el Premio Goscinny al Mejor Guionista Revelación en el Festival de Angoulême 2002.

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